martes, 4 de octubre de 2011

Onírico.

Suena la música y cierra los ojos. Y ahí está él, resonando con cada recuerdo en su cabeza como cada una de las notas que reproduce en ese mismo instante su móvil. Suena una melodía melancólica, nostálgica, esa que trae consigo los recuerdos más felices que puedes llegar a imaginar, pero que ahora, de tan felices, son como un sueño que quisieras hacer realidad de nuevo. Lejanos. Sí, todo queda demasiado lejano, pero no olvida ese sueño, ese que cada noche vuelve como si estuviera pidiendo a gritos que no le olvidase. Sonríe, por el simple hecho de que la idea de olvidar todo eso se le presenta como imposible, y sonríe despreocupada. Conversaciones a altas horas de la mañana de un mínimo de una hora que le sacan una sonrisa, y cuando intenta hacer un resumen de lo hablado, solo puede acordarse de lo que le ha hecho reír, de la carcajada tan sincera que le ha arrancado alguien en mucho tiempo. Eso es lo que de verdad define como felicidad, como paz, como unión con ese sueño que todavía le persigue cada noche. Sí, sabe que si muchos entraran en su cabeza, en sus recuerdos, pretenderían acabar con cada pensamiento y recuerdo que le hace volver atrás en el tiempo. Pero por suerte, eso no se lo puede quitar nadie.
Sueña con despertarse y poder abrazarle de nuevo, sueña con no despertar ya que es el único modo que tiene de verle, pero también sabe, que cada día que pasa, el recuerdo se hace más fuerte y que la necesidad de verse de nuevo, les volverá a juntar.

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