domingo, 31 de enero de 2016

Tan sólo un sueño.

Cae la noche y con ella mis párpados.

Te has colado por la ventana que dejé abierta a mis sueños y has aparecido reclamando lo que creías tuyo a fuerza de besos y abrazos que me atan a ti cada día más.
Reclamaste la atención como un niño tirando de mi falda y arrancándome la felicidad a carcajadas.
Me desnudaste con la mirada y me vestiste con tu saliva centrándote en cada vértice, sin dejar ni un sólo centímetro de mi piel desnuda.
Te perdiste entre mis curvas mientras yo me hundía en el agujero negro de tu pupila. Clavaste tus dientes en mi cuello, ahogando así mi grito desesperado por clamar tu nombre.

Amanece, y el primer rayo de sol apunta directo a mis ojos, mientras tú te vas desvaneciendo y dejando tras de ti una estela de calor...y la miel en mis labios.

Amanece y mis ojos se van desperezando mientras mis manos aún dormidas te buscan entre las sábanas, hasta que comprenden -hasta que comprendo- que todo ha sido un sueño y tú sigues estando lejos.

domingo, 3 de enero de 2016

Ilusión

He perdido la cuenta de las veces que me he perdido, de las veces que he cerrado mi corazón y he jurado no volver a abrirlo. He perdido la cuenta de las veces que me he mentido al prometerme que no volverían a hacerme daño, que no volvería a dejar que nadie robase parcelas de mi corazón. Una vez más hice un juramento que no podía cumplir, y hoy tengo síndrome de Estocolmo con mi captor. Es cierto que ha dejado parte de mí conmigo, que no me ha robado del todo el corazón; pero también es cierto que ha conseguido devolverme lo que pensaba que no volvería a encontrar: ilusión. Ilusión por verle aparecer en la estación con su abrigo elegante y su sonrisa embelesada. Ilusión por encontrar refugio en sus brazos y hacer de sus abrazos mi hoguera. Ilusión por lo inesperado, por no saber qué pasará mañana y que no nos importe. Ilusión por poder recorrer cada centímetro de su piel y aprenderme de memoria cada uno de los cientos de lunares que hacen de su espalda un firmamento. Ilusión por saber que le voy a encontrar todos los días escondido en un "que descanses preciosa", detrás de la pantalla del móvil. Por los silencios más cómodos que nadie me ha regalado y en los que abrazo cada una de sus miradas como si fueran a ser la última. Gracias.