miércoles, 9 de enero de 2013

Desordename.


No ceso de escribir canciones en el pentagrama de tus lunares, de marcar cada nota con mis huellas sobre tu espalda, de morirme por besarte incluso en sueños. Intento que no se apodere de mí el miedo, que en mi día a día sólo exista tu sonrisa irreal. No me explico aún con todas las pruebas y certezas que tengo cómo se puede llegar a querer tanto y cómo una persona puede llegar a convertirse en el centro, el tu brújula y en tu mapa, cómo el resto del mundo deja de cobrar sentido cuando esa persona está a tu lado.

Hace frío, mucho, es cosa del tiempo, sí, del tiempo que paso sin tenerte entre mis brazos, del tiempo que pierdo cuando no beso tus labios. ¿El clima dices? No le eches la culpa a quien no a tiene, que bien sabes 
que es tu calor el que necesito y no el del sol para sobrevivir a este caos  que tiene por nombre “vida”.

Tiendo a ser desordenada, a que tanto mi mesa como mi cabeza sean un completo desastre, pero desde hace más de un año llegaste para imponer tu orden. Y aún no te has ido, ni espero que lo hagas, mi músculo más frágil no soportaría un golpe así, no después de que fueses tú el que lo reconstruyese.
Soy un desastre, lo sé, una impuntual, una loca perdida en la cordura; pero cuando se trata de ti, me sobran horas para estar a tiempo a tu lado, me sobran motivos para ordenarme y desordenarme a la vez.
No soy perfecta, ni pretendo serlo, pero a tu lado soy un poquito mejor.


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