jueves, 6 de julio de 2017

Resurrección.

Aún noto tus brazos a mi alrededor, tu respiración sobre mi cabeza y el suave tacto de tus labios sobre mi frente. Aún recuerdo la primera vez que te vi levantar la vista del suelo y mirarme desconcertado. Recuerdo verte despertar y desear haberlo hecho a tu lado.

Te he tenido enfrente tan sólo unos segundos y me han bastado para descolocarme. He escuchado tu voz más veces que mi canción favorita y he encontrado más calma en tus ojos que el más transparente mar. Apenas te conozco y ya te he dedicado más palabras de las que en años le dedicaré a otras personas. Y es que llegaste cuando creí que mi corazón se había tornado piedra para demostrarme lo contrario. Que no, que no estaba inerte, que aún era capaz de sentir, de ilusionarme y ver cómo mi piel se erizaba sólo con el sonido de tu voz, con el más mínimo roce de tus manos.

Pero esto, jamás lo leerás. Jamás sabrás que es de ti de quien hablo cuando escribo sobre el mar. Jamás entenderás como mi pulso revienta cuando te veo bajar del autobús que horas más tarde te apartará de mi lado y que he encontrado un refugio en ti. Que no sabes las putas ganas que tengo de dibujar las constelaciones que forman tus lunares, con los dientes.

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