No lo creerás, pero esa sonrisa, tu perfume y esos ojos rasgados color miel, siguen transmitiéndome una paz y confianza que en lo que llevo de vida sin ti, no he vuelto a encontrar en nadie y tampoco lo espero. Ya sabes que no dueles, que el amor que le profesas a aquellas que llegaron después de mí no me parte en mil pedazos, pero sigues siendo tú. Sigues estando en cada una de las notas de la que un día fue nuestra banda sonora, sigues apareciendo entre las teclas del piano de Yiruma, entre cada uno de los rincones que aquella ciudad que una vez nos vio ser gigantes, siendo tan sólo unos críos y sigues haciendo que se pare el mundo cada vez que me abrazas.
Me das vértigo, no sabes hasta qué niveles, pero me encanta subir a tus cimas. Me lees como a un libro abierto, como lo que soy: alguien sin secretos para ti.
Qué bonito capítulo protagonizaste, y qué bien se te da ser ahora uno de los extras más importantes de mi historia.
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