lunes, 26 de septiembre de 2016

Me ha contado la nostalgia...

Y entonces, vuelve a sonar nuestra canción. Sin esperarlo, sin prevención alguna la nostalgia aparece para oprimirme el corazón y tú, en mis pupilas dilatadas por la emoción.

Hacía tanto que no escuchaba esos acordes que olvidé lo que me hiciste temblar, lo que doliste y tu cicatriz. Fuiste uno de mis bucles favoritos y el que más me destrozó, pero sin embargo, de los pocos que repetiría una y otra vez a pesar de haber salido de él, de ti. Eres una cicatriz extraña, alguien que me dio alas para volar pero arrasó con el aire de mis pulmones.

Suena en modo bucle, como nosotros, nuestra canción (porque sí, siempre será nuestra) y las imágenes no cesan en mi cabeza. Imágenes de cuando nadie más existía, de cuando nuestro mundo se reducía a las cuatro paredes de tu habitación y a los acordes de alguna canción que me enseñabas con tu guitarra. Qué sencillo era todo en esas horas en las que nos hundíamos en el otro, en las que me dejabas adentrarme en tu muro de espinas, del que nunca llegué a salir ilesa.

Ya no dueles, es cierto, pero hoy la nostalgia se ha metido en mi cama y me ha susurrado al oído todo lo que creí haber olvidado. Me ha dicho que un día fuimos tan grandes que se nos quedó el mundo tan pequeño, que implosionamos y no quedaron más que nuestras cenizas; me ha contado que arrasamos con todo, que dejaste mil destrozos que me enseñaron que te quise como nunca a nadie.

Ya no dueles, pero hoy encontré entre los escombros una pluma que dejaste tras tu partida y he decidido escribirte.

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