martes, 13 de octubre de 2015

Magari.

Entonces me miraste y me rogaste un beso bajando la mirada hacia mis labios. Yo cerré los ojos en señal de "no debemos, pero por favor, hazlo. Bésame." Y me debiste de leer la mente a la perfección, porque tras unos segundos, tras acercarnos unos centímetros más; tímidos, casi inexpertos como quien da su primer beso...nuestros labios volvieron a encajar como las piezas perdidas de aquel puzzle que un día nos negamos ser. Parecía que nunca antes nos hubiésemos besado, que nunca antes nos hubiésemos conocido. Cada beso parecía calcular el golpe, parecía medir la ternura de aquel preciso instante que grabaríamos a fuego en las retinas de nuestro corazón. Qué fácil lo hacías todo, qué fácil hacías el que quisiera quedarme a vivir en ese preciso instante en el que retirabas mi pelo para besar mi cuello mientras me abrazabas por la espalda. Qué fácil hacías el quererte cada día un poco más, pero qué difícil era convivir con tu pasado y la distancia. "-¿Y si no salimos de la cama nunca más? - Te acabarían echando en falta en el trabajo y la universidad, ojalá fuera tan fácil." Ojalá pudiese parar el tiempo en aquella sonrisa que amanecía a mi lado tras aquella maravillosa noche de verano en la que empecé a comprender que me estaba perdiendo en el laberinto de tu vida, de tu ser.
Una vez más dejamos nuestro destino en manos del tiempo y dejamos que sea él quien decida si merece la pena lucharnos, que sea él quien decida si, a pesar de todo, seguirás esperando al final del camino. Ojalá, no sea demasiado tarde.

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