Nunca se le dieron bien las despedidas, pero cuando se trataba de él la cosa iba a peor. Se rompía por dentro y una parte de ella se iba con él cada vez que marchaba. Pero esta vez era la definitiva y no sabía si volvería y con él, su corazón. Intentaba aprovechar cada mínimo instante que tenía a su lado, apostaba todo al 30 y se dejaba llegar. Pero entonces llegaba el maldito calendario para recordarles que había que tachar un día más.
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