domingo, 1 de abril de 2012

Un simple giro del destino.

Cuatro de la tarde. Su respiración acompasada y relajada,sus ojos cerrados y esa expresión de tranquilidad, hacen que ella le mire con más ternura que nunca, sabiendo que él no es consciente de que le observa. Despeina su pelo y cuenta los lunares que hay en su espalda dejando que las yemas de sus dedos se pierdan entre cada uno de ellos, y dejando que una sensación de felicidad infinita la invada por completo.Pero sabe que los minutos a su lado están contados, que las manecillas del reloj corren sin descanso y le separan un poco más de su lado, y es que este pájaro, su pájaro, al día siguiente volaría de nuevo a su casa norteña. Intenta relajarse, pero no puede, sabe que son unos días contados, pero le cuesta asimilar que dos domingos no serán astrománticos, y que en 10 días no va a ver su sonrisa ni a oír sus tonterías. Hace que odie un poquito más las despedidas si cabe. Intenta dejar de pensar en eso, y se pierde en su pelo, en su olor, se pierde entre sus brazos y quiere quedarse así para siempre, y es que le encanta esa sensación. Piensa en la de casualidades que han hecho de ellos lo que hoy son y que el destino se ha empeñado en que sus caminos se cruzasen, y se lo agradece al universo, le agradece que hoy esté a su lado.
"Que tus yemas sean legañas enganchadas a mis vértices"

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