Una canción. Una película. Una frase. Simples hechos que hacen que reflexiones sobre lo que te estás perdiendo, sobre lo que deberías hacer, o lo que en su día perdiste. Dicen que no hay nada más triste que un recuerdo feliz, y lo cierto es que tienen toda la razón. Cuántas veces he querido desaparecer, olvidar si quiera que existo, borrar de un plumazo todo lo que un día me hizo feliz, y que sin embargo hoy duele como lo que más. Cuántas son las veces que he sentido rabia al recordar sabiendo que ese preciso instante nunca más volverá…
Muchos pensarán que estoy escuchando música, pensando en lo que está ocurriendo ahora, en lo que tengo y lo que no en este preciso instante. Pero no. Mi mente está hoy lejos. Muy lejos. No escucho música, simplemente está sonando, pero no le presto atención, sé que la canción continúa y que pasa a otra… pero no estoy aquí. Estoy lejos, más lejos de lo que parece. En el pasado. En aquellos momentos en los que fui feliz. En aquel lugar al que me retiro frecuentemente nostálgica de mi, para no olvidar. Para recordar lo que un día fui. Pero sé que está mal. Sé que no debo volver allí, que lo único que hace es daño. Sin embargo, terca, siempre vuelvo. Siempre a recordar esas promesas. Siempre a recordar esas sonrisas, abrazos… Siempre otra vez. Sin embargo a veces “para siempre” no es suficiente.
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