martes, 12 de julio de 2011

Prométete.


Prométete un A5. Prométete una casa en la playa y un piso en la ciudad. Y sobre todo, prométete tener quién lo limpie y lo cuide cuando no estés. Prométete un colegio asquerosamente pijo, de esos en los que el ambiente está cargado de cursilería. Prométete un crucero de la hostia, no importa la compañía, ni el destino, tú prométetelo. Prométete un vestidor exclusivo. Y una tele de plasma. Un home cinema, la Blackberry de moda y una ducha con masaje incorporado. Prométete la luna, o prométete al menos viajar hasta ella. Prométete una cámara de fotos, de las que te sacan sorprendentemente guapo. Prométete... Prométete mil cosas materiales. Pares nuevos de tacones, perfumes en frascos de 10 mililitros. Limusina para los miércoles. Prométete ligar con un alto ejecutivo; de los que van con traje aunque haga 40º a la sombra. Más bien tendría que decir que te prometieras su tarjeta de crédito. Mejor aún si es Visa Oro. Prométete no pisar un médico jamás, triglicéridos bajos, tensión normal y dolores de espalda inexistentes.
Ahora hazme un favor. Prométete buscar buenos amigos y, no menos importante, prométete cuidarlos bien. Prométete unos estudios, prométete ser útil. Prométete un hobby que te ilusione. Prométete ser fan de un equipo de fútbol, un cantante o el actor que tú elijas. Prométete, los domingos por la noche, una sesión de cine en el sofá con palomitas. Te dejo que escojas la compañía. Prométete encontrar el amor. Prométete buscarlo hasta debajo de las piedras. Prométete viajar, prométete aprender de otros lugares. Prométete escuchar más y callar un poco menos. Prométete sacar la modestia del bolsillo y esconder la avaricia en el fondo de él. Prométete hablar bien de los demás. Prométete mil propósitos cada año nuevo. Prométete cumplirlos de verdad. Prométete vivir, no limitarte a sobrevivir. Prométete, ante todo… Tratar de ser feliz.
Silvia Ferro ©



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